Intento de atravesar Italia en bicicleta

Aunque ahora ya hace 5 meses exactos de este pequeño viaje, hoy me he decidido a dejar constancia de ello en el blog. Decir que la idea principal era pedalear desde Brennero (en la frontera entre Italia y Austria en los Dolomitas) hasta Napoli, pero la cosa tuvo que acabar en Bologna por problemas técnicos que ahora os explicaré.

Al día siguiente de terminar el contrato de trabajo en Suiza cogí el tren pronto por la mañana con dirección a Innsbruck con la bici y después hasta la frontera con Italia. Iba un poco más ligero de lo que iré próximamente cuando me dirija hacia el lejano oriente, y eso se nota.

La bici lista para salir

Llegué a Brennero a las 12 del mediodía, mala hora para empezar a pedalear porque hacía un calor infernal, era finales de julio. Aún y así, al ser todo bajada se podia aguantar y además las vistas del valle eran espectaculares.

Bajando por los valles de los Dolomiti

El primer pueblo que crucé se llamaba Vipiteno y era bastante bonito aunque muy turístico. La arquitectura del Südtirol es como la austríaca y se observa claramente en sus edificios.

La Zwölferturm de Vipiteno

Continué pedaleando hasta Bressanone cuando el hambre me pudo y cayó la primera pizza del viaje.

La catedral de Bressanone

Tenía que seguir pedaleando hasta Bolzano donde me esperaba Marialuisa que se había ofrecido a acogerme a través de Couchsurfing, pero tocaba meterle caña. Hacía mucho calor y la escasez de agua que hacía que la mayoría de fuentes no funcionaran me ponía las cosas todavía más difíciles. Tuve que parar un par de veces a descansar porque la pájara estaba tocando a la puerta. Al final llegué a Bolzano y me comí un helado para celebrarlo antes de tirar para casa de Marialuisa.

Disfrutando del helado a la sombra en Bolzano

Después me puse en camino hacia la casa de Marialuisa que me dejó su casa para mí y me ofreció quedarme tanto como quisiera, ya que ella iba a estar fuera un par de días. Aún y así, mi idea era pasar la noche allí y salir pronto el dia siguiente.

La casa de Marialuisa en Bolzano

Me levanté pronto y continué dándole caña a los pedales hasta llegar a Trento a la hora de comer, pero hacía un calor mortal y decidí coger el tren para ahorrarme la subida a la Valsugana que me hubiera matado.

La Piazza del Duomo de Trento

El tren me ahorró unos 20 kilómetros y unos cuantos metros de desnivel, dejándome en Pergine Valsugana. Desde allí tocaba seguir pedaleando dirección Bassano del Grappa. La idea inicial era acampar pero la lluvia me perseguía y no solo tuve que descartar la idea, sino que tuve que encontrar un lugar con techo donde dormir a cubierto. Por suerte una residencia de deportistas en Borgo Valsugana me salvó la vida. En el camino, una pareja me paró para preguntarme cómo iba y me ofrecieron un helado de tres bolas de limón.

Lago di Levico camino a Borgo Valsugana

El hombre que llevaba la residencia de deportistas en Borgo Valsugana, Michele, fue muy simpático y me recomendó un sitio para cenar. Como os podréis imaginar, fue otra pizza, para variar.

Pizza hasta arriba en Borgo Valsugana

Y parece ser que alguien me encontró atractivo y decidió hacérmelo saber. O tenía ganas de bromear.

Pegatina en la caja de la pizza

Con la barriga llena me fui a dormir que al día siguiente tocaba una etapa bien larga hasta Padova donde me quedaría en casa de Francesco, un amigo del Erasmus en Nancy (Francia), que me dejaba la casa sola porque él estaba en la montaña. Continué siguiendo el río Brenta, que es precioso, hasta Bassano del Grappa. La ciudad de donde viene el famoso destilado llamado Grappa justamente.

El famoso puente de Bassano del Grappa

El calor aquellos días era insoportable después de la una del mediodía, aún y así decidí continuar un poco más hasta Padova y al poco rato, en Cittadela, me arrepentí y decidí coger el tren hasta Padova antes de que pasara una desgracia. Decidí dar una vuelta por el casco antiguo de Padova, que es muy bonito, antes de ir hacia casa de Francesco.

La Piazza delle Erbe en Padova

En casa de Francesco tocaba celebrarlo con una cerveza bien fría.

Cerveza checa salvadora en casa de Francesco

Al día siguiente tocaba otra etapa larga y bastante aburrida bajo un sol de justicia y muy poca sombra. Costaba encontrar motivación excepto por el hecho de llegar a Bologna.

Una de las pocas sombras salvadoras

Crucé los ríos Adige y Po, los dos ríos más largos de Italia, antes de llegar a Ferrara, una ciudad muy bonita y con mucha historia.

La catedral de Ferrara

Acto seguido tomé un helado para recuperar fuerzas y decidí hacer unos kilómetros en tren hasta que bajase un poco el sol. Eso fue unos 20 kilómetros antes de llegar a Bologna y también me hacía ilusión llegar a Bologna sobre la bici, ya que es una ciudad que he visitado varias veces siempre que iba a ver a Ari, mi pareja, pero nunca lo había hecho en bicicleta. Ella no estaba porque había bajado ya a su casa en Sicilia para el verano, pero Francesca, una de sus compañeras de piso, sí que estaba y lo celebramos como toca.

Francesca y yo celebrando mi llegada

La idea era descansar un día y al siguiente continuar atravesando los Apeninos hacia la Toscana y dirección Roma-Napoli. El mismo día que iba a irme, por la mañana, el móvil decidió dejar de funcionar de la noche al día, nunca mejor dicho. Sin móvil, todo era más difícil y me vine abajo. Perdí la motivación en continuar y sumado al calor bestial que hacía, decidí que ya había sido suficiente. Ahora parece que dejo todos los viajes a medias, pero estos dos viajes los hacía con un calendario relativamente apretado y tenía que tomar una decisión, y eso hice.

Bologna y sus arcadas

Decidí coger el tren directo hacia Roma para ver una amiga de Ari, Clelia, que me acogería una noche en Roma antes de continuar yo hacia Sicilia. Todo eso con la bici dentro el tren, claro. Ir en bici por Roma fue toda una experiencia, muy caótica, pero interesante. Con Clelia y una amiga suya, fuimos a tomar algo y a comer una pinsa romana, que está tan buena como buena pinta tiene.

Pinsa romana que tenía muy buena pinta

Al día siguiente y habiendo dormido muy poco, me despedí de Clelia y fui hacia la estación de tren para coger el tren hacia Catania. Me esperaban la friolera de 10 horas de tren si todo iba sobre ruedas, no las de la bici claro está. Para cruzar el mar y llegar a Sicilia, el sistema que se utiliza es introducir el tren dentro de un barco que lo lleva a la otra orilla y allí continúa su trayecto por las vías de nuevo.

Tren ya dentro del barco

Al llegar a Giarre me esperaba Ari con el coche y tuve que seguirla con la bici hasta su casa. Tocó subir bastante pero la recompensa valió la pena. Una buena cena siciliana con la mejor compañía.

Cena en Torre Archirafi con Ari

Aún no habiendo podido hacer el viaje que tenía planeado, fue una gran experiencia y me lo pasé genial sobre la bici, que al final es lo más importante. Aprendí muchas cosas que seguro que me serán útiles para el futuro. Italia siempre me trata bien y me siento como en casa, por algo será!

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