Eslovenia y Croacia – Adentrándome en la Europa desconecida

Antes de entrar en los Balcanes tocaba acabar de cruzar Italia. Subir de Bologna hacia el norte y en Padova girar hacia el este. Era el momento de ver a gente que hacía mucho que no veía antes de adentrarme en la Europa desconocida.

Como siempre fue difícil despedirse de Ari. Nos volveremos a ver pronto. El resfriado me perseguía todavía y no tenía muchas fuerzas. Quería pedalear hasta Ferrara y allí coger el tren hasta Padova. Pero acabé cogiendo el tren antes porque no quería llegar de noche a Padova. La rodilla se comportó y eso era una buena señal. El resto de músculos empezaban a trabajar. En Padova me acogió Francesco, un buen amigo del Erasmus que hice en Nancy, en Francia. Siempre es un placer volverlo a ver y pasar tiempo juntos.

Al día siguiente tocaba despedirse de Francesco y de Padova. Aproveché para dar un último paseo por el mercado de la piazza delle Erbe.

Mercado de la piazza delle Erbe en Padova

A los pocos kilómetros de salir me paró Maurizio. Él había pedaleado de Tánger hasta el Cabo Norte en Noruega. Hicimos varios kilómetros juntos y me dio un puñado de consejos, muy simpático. Se quiso hacer una foto conmigo para el recuerdo y me escribe de tanto en tanto.

Selfie con Maurizio

En Italia me paraban a menudo los ciclistas y me preguntaban sobre el viaje, cosa que en Francia no me pasaba, sólo una vez. Llegué a Treviso y es una ciudad bastante bonita aunque pequeña. Se nota que hay dinero. Para hacer tiempo mientras Teresa acababa de trabajar en el hospital fui a hacer una cerveza al NidaBar de Treviso. El local estaba muy guay y justo cuando me disponía a irme una pareja italo-colombiana me quisieron invitar a otra cerveza y tuve que rechazar la oferta para asegurarme que no se me complicaría llegar a casa de Teresa. Es un placer encontrarse a gente así. 

La piazza dei Signori en Treviso

Hacía muchísimo que no veía a Teresa y fue genial verla de nuevo. Ella también es una amiga del Erasmus de Nancy. Al día siguiente tocaba seguir pedaleando por la llanura del norte de Italia entre el mar y los Alpes. Es aburridísima y no se la recomiendo a nadie, eso sí, tranquila es. El único pueblo destacable fue Sesto al Reghena y su abadía.

La abadía de Santa Maria in Silvis en Sesto al Reghena

Me acogió Antonella en Bagnarola, un pueblecito en la provincia de Pordenone. Me dio algún consejo para Istria pero al final no he podido ir por mal tiempo. También descubrí que el friulano tiene semejanzas con el catalán y el español. Ella me pasó algunos contactos que me serían útiles más adelante. Suerte que tenía siempre las montañas de fondo yendo hacia Udine porque seguía siendo muy aburrido.

Los Alpes friulanos como telón de fondo

Mucho polvo y mucha tierra y tocó incluso mojarse, quien me lo iba a decir. Suerte que hacía un buen día.

Tramo inundado llegando a Udine

En Udine me acogía Michela. La ciudad muy bonita la verdad. Me dio tiempo a subir al castillo incluso.

La piazza della Libertà en Udine

Michela vive en una casa preciosa. No era el primer ciclista que acogía y casi todos se quedaban en la buhardilla. Cuando la vi entendí el porqué, y toda para mí. 

La buhardilla de casa de Michela

Al día siguiente decidí ahorrarme el último tramo aburrido y coger el tren hasta Monfalcone. La ciudad era bastante fea. Lo más remarcable fueron los astilleros donde estaban construyendo barcos enormes.

Los astilleros de Monfalcone

Por suerte el tramo de costa hasta Trieste lo mejoró un poco. Había mucho tráfico pero al menos las vistas eran bonitas, lástima de la niebla que no dejaba ver gran cosa.

Túnel atravesantdo la roca camino de Trieste

En Trieste me esperaba Nicholas, que me trató como a uno más de la familia desde el primer momento. También conocí a sus hijas. Al día siguiente fui a dar un paseo por Trieste y cabe destacar la catedral de San Giusto Martire. Lo que más me sorprendió es que para que la cúpula esté iluminada hay que pagar, sólo en Italia podría pasar esto.

Cúpula iluminada de la catedral de San Giusto Martire de Trieste

Seguí paseando por la ciudad y en el barrio de Cavana que es bastante bonito hay un arco romano en medio de la ciudad. También hay muchos edificios imperiales de la época austrohúngara que a mi personalmente no me gustan demasiado. Pero seguro que hay gente que los encuentra preciosos.

Arco romano en medio de la ciudad

Y las influencias ortodoxas empiezan a notarse. La primera gran iglesia ortodoxa que he visto por el camino y llena de feligreses. Después de Croacia me encontraré unas cuantas hasta llegar a Turquía. 

Iglesia serbo-ortodoxa de Santo Spyridon

Por la tarde Nicholas invitó a amigos suyos a casa y me estuvieron explicando la historia de Trieste y su lengua. Hablaban dialecto triestino entre ellos y se entendía bastante bien. Llegamos a la conclusión que la mayoría de lenguas que se hablan en las ciudades portuarias más grandes del mediterráneo se parecen bastante, y es que la gente se tenía que entender cuando comerciaban. Ciudades como Trieste, Génova, Marsella o Barcelona son un ejemplo, y durante este viaje lo he podido ver con mis propios ojos. Algún día me gustaría estudiarlo.

Al día siguiente yo me desperté pronto para ir a visitar Ljubljana con el bus, ya que hacía tiempo que quería hacerlo. Nada más llegar fui a comerme un Burek. Me lo habían recomendado y la verdad es que no decepcionó. Es una especie de pasta frita que puede estar rellena de carne, espinacas, queso, patatas u otras cosas y la verdad es que está buenísima y cuesta poco. Es típica en Oriente Medio, Asia Central y los Balcanes, así que no será la última vez que la coma.

Burek de carne delicioso

Después subí al castillo y de camino me encontré con el símbolo de la ciudad paseando por la calle tan tranquilo y me recordó la canción de la «Fera ferotge» de Ovidi Montllor.

El dragón de Ljubljana paseando tan tranquilo por las calles

La parte más bonita de la ciudad es el río y sus vistas, incluso en invierno.

Vistas del río Ljubljanica

Por otros barrios se puede observar la influencia de los años comunistas en la ciudad con grandes bloques de cemento que hacen la función de edificio.

La plaza de la república y sus dos mastodontes

Y en otro rincón se puede ver el espacio ocupado Metelkova donde había las antiguas cuarteles militares tanto del Imperio Austrohúngaro primero como de la República Socialista Federal de Yugoslavia después. Dentro del recinto hay museos y otros centros culturales.

El espacio ocupado Metelkova en Ljubljana

Al final decidí no dormir en Ljubljana y volver a Trieste para continuar pedaleando hacia los Balcanes. Volveré seguro para ver la ciudad en primavera o verano cuando tenga más vida. Quería avanzarme a la lluvia que pronosticaban en Croacia al cabo de unos días.

Así pues, al día siguiente cogí la bici, me despedí de Nicholas y proseguí mi viaje hacia Pesek donde me acogían Monica y Matej. Tocaba hacer casi 500 metros de desnivel en poco más de 10 kilómetros, pero casi todos por un carril bici muy bonito y que recomiendo que se llama «pista ciclopedonale Giordano Cottur». Las vistas eran preciosas incluso con niebla.

Pista ciclopedonale Giordano Cottur saliendo de Trieste

En Pesek me esperaban Matej, Monica y sus padres, que habían venido de visita y que habían traído comida casera muy buena. Monica era una conocida de Antonella de Bagnarola y la verdad es que me salvó. Así pude dividir la etapa hasta Rijeka en dos días. Los padres de Monica tenían amigos en Santpedor (Cataluña) y los llamaron y estuvimos charlando un rato, quién lo hubiera dicho! Después de irse los padres vinieron un par de amigos suyos e hicimos una barbacoa para cenar, se echaba de menos.

Al día siguiente tocaba cruzar dos fronteras, primero la de Eslovenia, donde no había nadie.

Entrada a Eslovenia

 Y donde justo después de cruzar la frontera pasas a no entender nada.

Cartel de bienvenida a los Balcanes

Y después la de Croacia. Donde tampoco había nadie y estaba todo vacío.

Entrada a Croacia

Hasta las casas de cambio de moneda, ya que desde enero de 2023 la moneda oficial de Croacia ha pasado a ser el Euro y la Kuna ha desaparecido. Todo el mundo que he conocido en Croacia me ha dicho que los precios se han doblado con el cambio de moneda.

Una de las casas de cambio que ya no hará más negocio

Seguí la carretera principal y tenía basatante tráfico. No paraban de pasar camiones transportando petróleo de aquí para allá. Hacia dónde deben ir?

Un camión de petróleo de los muchos que me crucé

En la bajada hacia Rijeka me encontré con algún despistado que volvía a casa después de haber visto salir el sol después de la noche de carnaval.

Un despistado volviendo a casa después de petarlo

La ciudad de Rijeka no es muy bonita. Muy industrial y con muchos barcos y muy grandes.

El puerto industrial de Rijeka

En Rijeka me acogía Jan, que hace de pizzaiolo en verano en la isla de Cres y al que le encanta cocinar. De hecho me preparó un plato típico de la región de Zagreb y el norte de Croacia, de donde viene él. El plato se llama Zagorski strukli y consiste en una masa rellena de queso y huevo al horno cubierta de bacon, cebolla caramelizada, ajo picado y salsa de yogurt. Me encantó aunque es bastante pesado como plato.

El delicioso štrukli que me preparó Jan

Después de Rijeka tocaba adentrarse en las islas y la primera fue la isla de Krk. Para cruzar hay un puente y eso se nota en el tráfico. La isla está llena de gente que trabaja en Rijeka. Antes de ir hacia casa de Antoni y Jelena en Punat aproveché para dar una vuelta por la ciudad de Krk.

La ciudad de Krk bastante vacía

Camino de Punat no se veía mucho movimiento, sólo barcos amarrados al puerto y otros sin rumbo.

Un barco solitario en el puerto de Punat

Llegué a casa de Antoni y Jelena y me sentí como en casa desde el principio. Es precioso cruzarse con gente que te lo da todo sin pedir nada a cambio. También su perro Don me animó el día.

Don en su sitio favorito de la casa

Y no querría olvidarme de Masa que durmió conmigo en la cama toda la noche.

Maša observando desde la altura

Al día siguiente tocaba levantarse bien temprano para coger el único ferry del día hacia la siguiente isla, la de Rab. Este es el problema de Croacia y sobretodo de las islas en invierno. Como todo está enfocado en el turismo, las conexiones en invierno dejan mucho que desear. Y cuando digo bien temprano significa a las 5 de la mañana, ya que el ferry salía puntual a las 7:45 y desde Punat tenía una hora y media de bici hasta el ferry. Por suerte con Antoni y Jelena todo fue más fácil. Quisieron levantarse conmigo y nos hicimos una selfie para el recuerdo que para ser a las 5 de la mañana salimos bastante bien.

La selfie a las 5 de la mañana

También me dieron ánimos que se agradecen un montón, sobretodo en estos casos. Estoy seguro que nos volveremos a ver en algún momento!

Decidido a no perder el ferry hacia Rab

Al final acabé llegando al ferry pero todavía no sé ni como, las piernas iban solas. 

El ferry esperándome impacientemente

Ya en Lopar (Rab) decidí tomármelo con calma. Una isla mucho más tranquila, llena de ovejas y olivos por todas partes y en mi opinión más bonita que la de Krk, aunque es una opinión muy subjetiva. 

Vistas desde la isla de Rab

En Rab ciudad tenía 5 horas para esperar al siguiente ferry que quería coger, aún y así decidí ir a la oficina de turismo para preguntar por si acaso. Allí me desbarataron el plan que tenía. El ferry que quería coger era en realidad un catamarán que no aceptaba bicis a bordo y hacía media hora había zarpado un ferry hacia Pag, la siguiente isla, que no estaba indicado en las webs.

La ciudad de Rab

Tocaba pedalear 15 km hasta el final de la isla de Rab, cruzar con un ferry a tierra firme, pedalear 20 km y volver a cruzar con otro ferry a la isla de Pag.

Aprovechando las últimas horas de sol del día

En total superé los 1200 metros de desnivel positivo por primera vez y con todo el peso que llevo en las bajadas voy como un tiro, supero los 55 km/h. Acabé llegando de noche a Pag sobre las 18:30 y tenía que pasar por el supermercado antes de buscar un sitio donde plantar la tienda. Decidí plantarla bajo «techo» en una casita de playa en una zona de discotecas que ahora en invierno está desangelada. Durante la noche llegó un coche y una luz me apuntó, era la policía. Por suerte era un chaval joven que hablaba inglés. Se preocupó por mí y me dejó acampar sin problemas.

Acampada no muy discreta en la isla de Pag

A la mañana siguiente estaba lleno de gente haciendo obras en las discotecas pero por suerte ya había desmontado el chiringuito cuando llegaron y nunca mejor dicho. Tocaba la última etapa hasta Zadar antes de parar unos días para descansar y buscar cobijo para los días de lluvia que llegaban.

Las discotecas que inundan la isla de Pag

Llegar a Zadar se hizo largo. Rectas infinitas y viento en contra. Pag es la isla más desértica de las 3 que he visto y también estaba llena de ovejas por todos lados. De hecho me han dicho que el queso de oveja de la isla de Pag es famoso y ha ganado premios internacionales. Pasé por la fábrica pero no paré.

El famoso queso de la isla de Pag

Para abandonar la isla de Pag es necesario cruzar un puente hacia tierra firme y cruzarlo me dio ánimo. Además el paisaje parecía más propio de algún país de oriente medio.

Ruinas de la isla de Pag

En la entrada de Zadar me esperaba el caos. Se ve que al norte de la ciudad están construyendo pueblos y ciudades desde cero porque en la costa se están quedando sin espacio. Tienen la mitad de las calles cortadas y la otra levantadas y es un infierno para la bici. No hay rastro de asfalto todavía. En unos años será todo cemento.

En Zadar  me acogió Amparo, a la que le debo mucho por haberme acogido una semana entera. Ella es profesora de catalán en la Universidad de Zadar y la verdad es que me hizo sentir como en casa. Al día siguiente fuimos a dar un paseo por el casco antiguo de Zadar que es una península y tiene rincones muy bonitos aunque fue bombardeada por los americanos durante la Segunda Guerra Mundial y quedó bastante dañada. También tiene un órgano que hace música con las olas del mar. En invierno pero está bastante vacía comparada con el verano.

Lo poco que quedó vivo después del bombardeo

Una curiosidad de Zadar son sus gatos que viven en total libertad por las calles y no sólo.

Alguien estaba bastante a gusto durante la cena

Algunos se han hecho los reyes de la ciudad.  

Cualquier lugar es bueno para echar una cabezada

Aprovechamos para cocinar algún plato que echaba de menos y la verdad es que se agradece, y más cuando se trata de cosas tan buenas.

Tortilla de patatas de las que te alegran el día

Se pasó varios días diluviando y cuando tenía que irme que por fin hacía buen tiempo  me dio un pinchazo en las lumbares que me dejó KO por unos días. Al final me quedé una semana entera y le estaré eternamente agradecido a Amparo por haberme acogido.

La conclusión que he sacado es que he de incluir los estiramientos como parte de la rutina, sobretodo si toca pedalear durante unos cuantos días seguidos. También que descansar es importante tanto física como mentalmente. Cuando retomé el viaje notaba molestias en los lumbares pero pude continuar. Siguiendo la costa pasé por la playa de Pilatusa cerca de Pakostane y la recomiendo, ahora en invierno estaba vacía. Quiero aprovechar para decir que el croata como otras lenguas eslavas tenía otros alfabetos que han desaparecido con el tiempo desafortunadamente, uno de ellos el glagolítico.

Playa de Pilatuša cerca de Pakoštane

La zona entre el lago y el mar entre Pakostane y Pirovac es muy bonita. El problema en invierno es que llueve mucho y a veces de forma torrencial. Cayó incluso granizo pero por suerte solo media horita. Continué hasta Vodice donde dormí en un apartamento porque el suelo estaba empapado.

Al día siguiente tocaba seguir pedaleando hacia el sur y llegando a Sibenik empecé a ver varias referencias hacia Drazen Petrovic, a quien le guste el baloncesto sabrá quien es.

Dražen Petrović en la entrada de su ciudad, Šibenik

La ciudad de Sibenik es bonita con casas de piedra por todas partes. La catedral de Santiago es patrimonio de la humanidad por la UNESCO y me quedé con ganas de pasar unas horas más. Pero tocaba hacer 80 km para llegar hasta Trogir y quería ser más rápido que la lluvia.

El ayuntamiento de Šibenik

Decidí bajar al centro pero tuve la brillante idea de hacerlo por las escaleras y casi pierdo el control de la bici un par de veces y acabo como la bici de la foto.

Una bici encallada por las callejuelas de Šibenik

El cuentakilómetros dejo de funcionar después de tanto traqueteo. Continué por la costa y todo era idílico hasta que empezó a diluviar por Brodarica y no paró hasta que llegué a Marina. 3 horas seguidas de lluvia que no le recomiendo a nadie y donde se me rompieron los cubrezapatos, mucho no han durado. Es una zona más tranquila de la costa croata pero no pude disfrutarla mucho. En Trogir cogí otro apartamento porque necesitaba una ducha caliente y descansar, notaba que el resfriado llamaba a la puerta, hice bien. Por suerte salió el sol llegando a Trogir y pude disfrutar de la ciudad, que es patrimonio de la humanidad de la UNESCO y con razón.

La Loggia de Trogir con columnas romanas

Tiene rincones preciosos y todas las casas son de piedra. Ahora en invierno está bastante vacía pero en verano debe de ser horrible con todos los yates de lujo amarrados en el puerto que hay. 

Rincón característico de Trogir

Aproveché para dormir tanto como pude, unas 10 horas. Tocaba esperar que hiciera buen tiempo al día siguiente, y así fue. Me esperaban 3 etapas bastante largas para llegar a Bosnia. Cuando me levanté al día siguiente hacía un sol radiante, tocaba aprovecharlo. Seguí hacia Split cruzando zonas industriales muy feas y aproveché para visitar un poco las ruinas romanas del palacio de Diocleciano y sus alrededores. 

El palacio de Diocleciano y la torre de la catedral en Split

El casco antiguo tiene rincones muy bonitos pero se nota que es una ciudad muy turística y que ha crecido mucho. El tráfico en la entrada era bastante intenso pero no tan caótico como en otras partes.

Pedaleando entre las ruinas romanas de Split

Continué hacia Omis que es una ciudad bastante turística por los deportes de aventura tanto de roca como acuáticos. Es bonita pero pequeña.

Omiš y sus características formaciones rocosas

Eso sí, la ventaja de los sitios turísticos es que la gente se ofrece para hacerte fotos que yo mismo no me puedo hacer.  

Posando para la ocasión en Omiš

Tocaba seguir pedaleando hasta Marusici donde me quedé en el hostel Dalmatia por una noche. El hostel en sí estaba cerrado porque Dean y Steffy estaban de vacaciones y no reabría hasta abril, pero había voluntarios cuidando de los perros y me acogieron genial. Dos franceses, Vassili y Cynthia, y dos alemanes, Philip y Sarah. El lugar era muy acogedor y me hicieron sentir como en casa.

El hostel Dalmatia en Marušici y el arte de la gente que ha pasado por allí

Se nota que por aquí ha pasado mucha gente que viaja y muchos ciclistas. Echaba de menos compartir el viaje con otra gente y fue una gran decisión. Me dio ganas de seguir pedaleando. Volveré seguro!

Los instrumentos del hostel Dalmatia

Al día siguiente tocaba una etapa larga y con bastante desnivel por la costa hasta cerca de Ploce. La última antes de cruzar hacia Bosnia. Las vistas eran preciosas y hacía un día espectacular.

Las vistas de la costa croata en el puerto de Pisak dirección Makarska

El primer puerto del día en Pisak me sirvió para despertarme y también para disfrutar un poco del paisaje y de las islas croatas desde la distancia.  

Las vistas de la costa croata en el puerto de Pisak dirección Omiš

Una vez en Gradac tocaba tirar hacia el interior, hacia la zona de los lagos de Bacina (jezero tanto en croata como en bosnio). Es una zona bastante bonita pero no pude disfrutarla tanto ya que se hacía de noche y tocaba pedalear un rato todavía.

Los lagos de Baćina desde la distancia

Hubiera podido acampar pero quería obligarme a pedalear hasta Ploce para poder llegar a Mostar (Bosnia y Hercegovina) al día siguiente. La lluvia me perseguía de nuevo y tocaba darle a los pedales. Así pues dormí en otro apartamento (en Croacia son muy caros) y continué hacia Bosnia y Hercegovina. Empecé a las 8 y aún y así me tenía que pillar la lluvia llegando a Mostar. Crucé la primera frontera de verdad del viaje fuera de la UE y tuve que esperar 20 minutos para el control de la documentación. Después de esperar pacientemente entré por fin en Bosnia y Hercegovina después de 2 semanas por Croacia!

Este post en teoría no está acabado. Tendría que añadir mi paso por Dubrovnik después de salir de Bosnia y antes de entrar en Montenegro, pero lo haré en el post de Bosnia y Hercegovina. Hasta entonces!

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