Grecia: pasado y presente siempre de la mano

Nada más entrar en Grecia, la carretera empezaba a tener mejor aspecto y un cartel bien grande escrito en alfabeto griego me daba la bienvenida. Tocaba poner en práctica todo lo aprendido en las clases de física con Víctor Villaronga para poder, ni que fuera, leer los nombres de las ciudades hacia donde me dirigía.

Cartel de bienvenida a Grecia

Las montañas me acompañarían como telón de fondo durante todo el día antes de entrar a la llanura Macedonia. La nieve estaba todavía presente a finales de marzo y el tráfico prácticamente inexistente, qué pasada!

Vistas de las montañas nevadas del norte de Grecia

Salónica o Thessaloniki (más fácil de comparar con el alfabeto griego) todavía estaba a unos 150 kilómetros. 

Camino a Salónica por la llanura Macedonia

Faltaban todavía algunos tramos de subida y me los encontraría en el momento más inesperado. Eso sí, los paisajes una pasada.

Las vistas de las carreteras secundarias griegas

Mientras subía vi un par de estaciones donde montaban aerogeneradores, y es que en esta zona de Grecia hay un montón de parques eólicos. No me hizo ninguna gracia. Mi peor enemigo volía a entrar en acción y las probabilidades que estuviera de mi parte eran extremadamente bajas.

El tamaño de las palas de los aerogeneradores

Evidentemente el viento sopló en contra casi todo el día. Al menos las vistas eran preciosas y las pequeñas capillas ortodoxas a pie de carretera amenizando el viaje. Este tipo de capilla es muy típica en Grecia y no la he visto en otros países ortodoxos. La gente cuando pasa por delante se santigua, incluso al volante. 

Una de las muchas capillas minúsculas que se encuentran por las carreteras griegas

Mi segunda pesadilla también estuvo presente durante casi todo el día. Ya me lo habían comentado: cuando entres en Grecia verás que los perros callejeros tienen una actitud más hostil, y así fue. Perros grandes en manada, la peor combinación, y encima también en tramos de subida. Tocaba tener paciencia. El problema? El primero, que había olvidado el cambio de hora y al cruzar a Grecia perdí una hora para pedalear. El segundo, que había planificado una etapa muy larga y entre los perros y el sol tocó apretar y noté que la insolación hacía acto de presencia. A pocos kilómetros para llegar ya no me aguantaba la diarrea y tocó hacer una parada técnica al borde de un lago. Acto seguido me fui cagando leches literalmente y en la bajada apreté como nunca para llegar a Edessa y pillar un lavabo en condiciones. Por suerte, reviví y pude salir a dar un paseo por la ciudad antes de que se pusiera el sol. Edessa es famosa por sus cascadas, probablemente las más famosas de toda Grecia. Solo tuve tiempo para verlas desde arriba. La foto no hace justicia, ya que no se aprecia ni la fuerza del agua ni la altura, pero sus 70 metros de altura y la poderosa corriente las hacen impresionantes.

La famosa cascada de Edessa vista desde arriba

Paseé un rato por el barrio de Varosi y entre sus callejuelas había un montón de iglesias y complejos religiosos ortodoxos muy fáciles de reconocer. También me pareció ver el monte Olimpo en la distancia, pero ninguna foto le hace justicia, así que no pondré ninguna.

Uno de los varios complejos religiosos ortodoxos de Edessa

Durante el paseo decidí dos cosas: que dividiría en dos la etapa del día siguiente, y que me merecía una pizza y una cerveza, la primera de muchas en Grecia y es que hay varias y muy buenas. La Nimfi, que se puede apreciar en la foto; la Mamos; la Fix y la Vergina, sin entrar en las artesanas. Después de cenar tocaba ir a dormir y descansar para el día siguiente.

Una de las cenas que más recuerdo del viaje pese a su simplicidad

Habiendo dormido nueve horas salí con las pilas cargadas de Edessa. Además, la salida era una larga bajada que te deja por fin en la llanura de la región de Macedonia. Pedaleé por el arcén de una carretera con bastante tráfico, pero bastante segura. A medio camino avisté las ruinas de Pella, las primeras que vería de una larga lista entre Grecia y Turquia.

Las primeras ruinas griegas en mi camino, las de Pella

Todo el mundo parecía dirigirse hacia Salónica, incluidas las ocas y las gallinas.

Todo el mundo sin excepción dirección a Salónica

Más adelante me topé con una escena que parecía sacada de otras partes del mundo. Una hilera de tanques que estaba siendo transportada hacia alguna base militar. La verdad es que me dio un poco de mal rollo.

Militares griegos haciendo maniobras en el norte de Grecia

Pronto llegué a Chalkidona donde pasaría la noche. Dejé los trastos y aproveché para comer alguna delicia local. Esta vez probé un buen taco de queso feta rebozado con sésamo y hecho a la brasa con un toque de miel. Un espectáculo! Insistieron en invitarme al postre, un yogur griego, como no podía ser de otra forma.

El exquisito queso feta a la brasa rebozado con sésamo y miel

Después de comer fui a echarme un rato a la cama mientras gestionaba donde dormiría los próximos días en Salónica. Por suerte, cuando estaba ya anocheciendo, Anastasia de Couchsurfing me dijo que me podría acoger a partir del día siguiente mismo, qué noticia! Hice bien en dividir la etapa en dos días, sino hubiese llegado destrozado a Salónica y sin lugar donde dormir.

Al día siguiente, salí pronto para Salónica con la intención de pasar por casa de Anastasia a dejar los trastos y seguir hacia la tienda de bicis para que le echaran un ojo antes de salir para Turquía. También había encargado un par de cubiertas que no son tan fáciles de encontrar fuera de la Unión Europea y ganchos de repuesto para las alforjas. Llegando a casa de Anastasia me sorprendió esta capilla, un poco más grande de lo habitual.

Una de las muchas capillas que se pueden encontrar por las calles de Salónica

En la tienda de bicis, Action Bike Club, conocí a Jofi, que tamién quería viajar con la bici por Europa y estaba resolviendo algunas dudas. Giorgos, que lleva la tienda, fue muy amable y de gran ayuda. Él también ha viajado mucho en bicicleta y me dio varios consejos interesantes. Recogí los ganchos y decidí dejar allí la bicicleta. Al volver a casa llegué a mesa puesta prácticamente. A parte de Anastasia también Kostas estaba por allí, y me cayó genial. Parecíamos amigos de toda la vida, y es que los griegos, después de los italianos, son nuestros primos más cercanos. En el menú había Tzatziki, como era de esperar, y Pastitsio, muy buenos ambos y preparados por la madre de Anastasia. El Pastitsio es un tipo de timbal de pasta que va hecho al horno y que se puede encontrar por todo el mediterráneo, sobretodo en el sur de Italia.

El delicioso Pastitsio de la madre de Anastasia

Con la barriga llena y bien felices estuvimos charlando toda la tarde y compartiendo música. Me comentaron que al día siguiente habría un concierto gigante en favor de una causa solidaria en contra de la privatización del agua en Salónica. Cuatro o cinco horas de conciertos gratis. Además, con artistos famosos en Grecia y que mezclan la música tradicional, sobretodo el rebético, con música más moderna. Qué más se puede pedir?

También nos hicimos amigos con Pizza, la gata de Anastasia. Quién hubiera dicho que un gato griego tuviera tanto pelo!

Pizza en un retrato costumbrista

Kostas tenía que volver a casa, pero Anastasia me quería enseñar un espacio donde hacían conciertos y jam sessions a menudo y donde ella ayudaba como voluntaria que se llama «Scholeio». Era una antigua escuela que no se usaba para nada y donde ahora se hacen un montón de actividades culturales y musicales. Tambié elaboran su propia cerveza artesana. Salónica es una ciudad con mucho movimiento estudiantil y en general bastante movilizada y comprometida.

Al día siguiente era el día del concierto contra la privatización de la gestión del agua en la ciudad de Salónica. Υπερασπίσου το Νερό. Que significa algo así como «Defendamos el agua». Allí, quise colaborar con la causa y me compré una camiseta que aquellos que me conozcáis seguro que habéis visto alguna vez. La primera en cantar fue Foteini Velesiotou, que tiene una voz muy poderosa; después siguió Dimitris Mystakidis, que es un prodigio de la guitarra y también canta; seguidamente tocaron los Heimerinoi Kolymvites, que son un grupo de varios músicos con Argyris Bakirtzis a la cabeza; después fue el turno de Foivos Delivorias, que mezcla música griega y ritmos latinos. Antes del concierto principal decidí ir a comer un gyros, el kebab griego, para coger fuerzas después de 5 horas seguidas de pie.

El principio del concierto con Foteini ya sobre el escenario

El último concierto fue el de Thanasis Papakonstantinou. Otra vez, para los que me conozcáis ya os lo habré puesto alguna vez. Además, tocó con su guitarrista de confianza, Sokratis Malamas, que también hace gira él solo. Fue uno de los mejores conciertos donde haya estado nunca, y eso que no entendí ni una sola palabra. El ambiente fue espectacular y la música me transmitió un montón. Siempre le voy a estar agradecido a Anastasia por haberme invitado a ir con sus amigos. Este tipo de experiencias con gente local son de las cosas que más grabadas me quedarán del viaje.

La gente joven dándolo todo en el concierto de Thanasis Papakonstantinou

Al día siguiente Anastasia tenía que irse para Jerusalén de viaje con unos amigos, pero me dijo si me quería quedar una noche más en su casa cuidando de Pizza y acepté.

Pizza pasándolo en grande

Aproveché para escribir el post de Bosnia. Dos días más tarde tocaba coger el tren hacia Atenas para por fin ver a Ari después de 3 largos meses. El día antes de coger el tren me fui de casa de Anastasia dando las gracias a sus padres, que vivían en el mismo edificio. Desde la tienda de bicis me confirmaron que podía dejarla allí sin problema durante los días que iba a estar en Atenas. Aliviado, fui a dar un paseo por el mercado, y lo que no sabía es que sería la puerta de entrada a los mercados turcos y de Asia Central que me encontraría en los próximos meses. Me chocó un poco la organización y el ambiente, aunque en Albania ya había visto algo similar en el mercado de Pazari i Ri de Tirana.

Carnicero charlando con un amigo en el mercado de Salónica

Aquí en Grecia la zona del pescado también tiene mucha importancia, y es que al fin y al cabo Salónica sigue estando bañada por el Mediterráneo.

Pescaderos en el mercado de Salónica

A continuación dejé la mochila en el hostal donde dormiría la última noche antes de salir pronto por la mañana al día siguiente dirección Atenas. Salí a descubrir la ciudad y sus monumentos, como por ejemplo la rotonda de Galerio, que fue construida en el siglo IV d.C. Fue una iglesia paleocristiana hasta que Salónica cayó en manos de los otomanos y la convirtieron en una mezquita, de ahí el minarete que se conserva aún hoy día. Conserva también algunos mosaicos originales y es una estructura bastante impresionante.

La rotonda de Galerio con su característico minarete

La rotonda estaba conectada con el arco de Galerio, que era un importante cruce de caminos con la via Egnatia, una antigua vía romana que iba desde la actual Estambul hasta Durrës en la costa de Albania. 

El enorme arco romano de Galerio

Después empecé a subir colina arriba hacia la aparte alta de la ciudad dirección a la iglesia de San Pablo, situada al lado de los jardines de Pasha. Se trata de una construcción reciente, pero muy parecida a algunas iglesias ortodoxas que había visto en la ciudad de Ohrid en Macedonia del Norte.

La primorosa iglesia ortodoxa de San Pablo

En la parte alta de Salónica las vistas recuerdan un poco a las de Barcelona, desde el Guinardó o el Carmelo, pero con bastante más historia.

Subida a la parte alta de Salónica

Jofi, el chaval que me encontré en la tienda de bicis, se unió y paseamos juntos por la zona de la muralla. Después bajamos por el centro a tomar algo y a jugar a Backgammon. Descubrí otro talento oculto y es que le gané las tres partidas que jugamos, y eso que yo no había jugado nunca antes. En Grecia es muy habitual ver a la gente jugar a Backgammon en la calle, sobretodo la gente mayor. La verdad es que Salónica me gustó mucho y es una ciudad con mucha vida e historia. Una ciudad estudiantil con mucho movimiento y a medio camino entre Estambul y Atenas. 

Jofi y las vistas de Salónica desde la parte alta de la ciudad

Al día siguiente tocaba levantarse pronto y coger el tren hacia Atenas. En este mismo trayecto, en Tempi, cerca de Larissa y del monte Olimpo, hubo un accidente muy grave pocas semanas antes que fue una catástrofe nacional y que hizo tambalear al gobierno. Murieron 57 personas y 85 resultaron heridas. Hasta día de hoy ningún político ha estado investigado por la justicia y es un tema muy candente en Grecia, sobretodo en Salónica, donde estudiaban muchos de los jóvenes que murieron. Había muy poca frecuencia de trenes y muchos trayectos se anularon, por eso no pude ir a los Monasterios de Meteora, una especie de Montserrat griego.

Por suerte, el viaje en tren fue bien y llegué a Atenas para la hora de comer. Comí por el barrio de Exarcheia, que es la zona anarquista de Atenas y la más mobilizada políticamente. Di un paseo y luego seguí hacia el Monte Licabeto, que es una colina de casi 300 metros de altura con una capilla en su cima. También hay un anfiteatro muy famoso que llevaba muchos años cerrado y que estaban renovando para así reabrirlo y hacer conciertos.

Subiendo por los senderos del Monte Licabeto

Desde allí arriba se tienen las mejores vistas de la ciudad y del Acrópolis.

Vistas del Acrópolis desde el Monte Licabeto

Algunos tienen la suerte de disfrutar de estas vistas cuando quieran, eso sí, hay que tener pasta.

Terraza con vistas privilegiadas del Acrópolis

Yo la pasta no la tenía, pero no me podía quejar. La primera noche dormiría en casa de un amigo de Valeria, una amiga que había conocido en Zurich cuando trabajaba allí. Ella había estado en Atenas un año antes y se había hecho muy amiga de un grupo de griegos, entre ellos Gaetano y Giannos, éste último sería el que me acogería la primera noche. La casa tenía vistas al Monte Licabeto y un balcón gigante desde donde se podía disfrutar de la puesta de sol. El grupo de amigos se reunió en casa de Giannos para tomar algo y así fue como también conocí a Spyros, Alexandros y el resto. Me estuvieron explicando sobre Exarcheia, el conflicto diario entre la policia y los estudiantes y el aumento de efectivos policiales con los últimos gobiernos de derechas. Con el que mejor me llevé fue con Gaetano, que es medio griego y medio napolitano, y con el que sigo en contacto hoy día.

Las vistas del Monte Licabeto al atardecer desde casa de Giannos

Al día siguiente me levanté pronto y me despedí de Giannos para ir a buscar a Ari. Por fin había llegado el día de volver a vernos desde la última vez en Bologna después de 3 meses pedaleando solo, más de 2000 kilómetros y 8 países cruzados. Estaba emocionado y cuando la vi no podía estar más feliz. Pasamos toda la mañana paseando por Exarcheia y sus calles llenas de cafés y ateneos.

Paseando por una de las calles de Exarcheia

También aprovechó para robarme alguna foto, evento raro en los tres meses anteriores.

Foto robada en las calles de Atenas

Acabamos comiendo en un sitio muy bueno con comida local bastante elaborada que se llamaba «Ama Lachei». Probamos el Kavourma, que aún siendo más conocido como un plato turco también se come en Grecia. Consiste en una base de carne, en este caso ternera y cordero, primero hervida, luego frita a alta temperatura para reducir la grasa y finalmente conservada en grandes contenedores una vez fría.

Probando delicias griegas como el Kavourma a la izquierda

Como los dos veníamos muy cansados decidimos dar el día por terminado, ponernos al día, descansar y coger fuerzas para el día siguiente. Sería día de gentío, ya que la idea era visitar la Acrópolis y otros monumentos turísticos todo el mismo día.

Y así fue, ya pronto por la mañana no nos pudimos librar de la muchedumbre.

Riadas de gente subiendo hacia el Acrópolis

A pesar de la multitud de turistas (nosotros incluidos) es un monumento que vale mucho la pena visitar para apreciar el esplendor de la época helenística. Algunos de los templos mejor conservados están aquí, como el famoso Partenón. Un templo dórico del siglo V a.C. dedicado a la diosa Atenea.

El Partenón y sus enormes dimensiones

También tuvimos tiempo para hacernos alguna foto e inmortalizar así el momento.

Posando delante del Partenón con Ari

También destacar el Erecteón con sus columnas formadas por figuras femeninas.

El Erecteón y sus columnas de figuras femeninas

Hay que apreciarlas con detenimiento y desde diferentes ángulos para no perderse ningún detalle.

Detalle de las columnas del Erecteón

Para comer comimos en el barrio de Koukaki, que es una zona con menos turistas y con más ambiente local. El restaurante se llamaba «Opos Palia» y hacía platos así más bien pequeños estilo tapas, «meze» en griego, y muy recomendable calidad-precio. Por la tarde dimos un paseo por Koukaki y volvimos al alojamiento. Al día siguiente tocaba hacer más turismo histórico por la ciudad.

Calamares a la andaluza al estilo griego

Nos levantamos llenos de energía y empezamos el día visitando la biblioteca de Adriano. Construida en época romana y situada muy cerca del Ágora Romana. Seguimos visitando ésta última y algo curioso es que hay varias tortugas de tierra que viven allí.   

Una de las tortugas de tierra del Ágora Romana de Atenas

Se encuentra en el barrio de Plaka que es otro barrio muy pintoresco de la ciudad, aunque muy turístico, cosa que no parece molestar mucho a los gatos callejeros que se pasean por el barrio como si fuera suyo, incluso haciendo la siesta encima de los coches aparcados.

Gato callejero haciendo la siesta tranquilamente

Dimos un paseo por el barrio de Metaxourgeio y luego fuimos a comer a un restaurante tradicional de Creta en el barrio de Keramikos. El restaurante en cuestión se llamaba «to Laini», y era un sitio muy pequeño y sin turistas. El menú estaba apuntado en una pizarra y solo en griego, así que tocó preguntar plato por plato para poder entender algo. El plato que más nos sorprendió fue el Dakos, una especie de ensalada con base de pan duro (paximathia), tomate triturado, queso mizithra de cabra, decorado como apetezca y aliñado con aceite de oliva virgen. Simple, pero buenísimo y muy refrescante. Es originario de la isla de Creta, pero es fácil de encontrar en Atenas también.

Probando el Dakos originario de la isla de Creta

Con la barriga llena nos dirigimos hacia el Ágora Griega, que es mucho más grande e interesante que la romana, y eso que es más antigua. El Hefestión es el templo más impresionante y mejor conservado sin duda. 

El Hefestión entre la vegetación del Ágora Griega

Desde cerca impresiona todavía más, no tanto por sus dimensiones como por su estilo dórico y su estado de conservación.

El Hefestión en su máximo esplendor

También recomiendo visitar el museo, ya que se pueden ver piezas de cerámica, estátuas y joyas de los primeros períodos helenísticos que parecen hechas ayer. Muchas son de la época de las ciudades estado, antes del imperio griego bajo Alejandro Magno. Como esta pieza con motivos geométricos y guerreros que data del siglo IX a.C.

Ánfora griega del siglo IX a.C.

O esta otra pieza con motivos geométricos y cisnes que data del siglo VIII a.C.

Taza de cerámica griega del siglo VIII a.C.

Por la noche salimos a tomar algo con Gaetano y después nos encontramos con el resto de sus amigos en Psyri. El plan era salir de fiesta hasta tarde y como nosotros queríamos seguir visitando la ciudad al día siguiente nos fuimos pronto.

Y así fue, al día siguiente volvimos por el barrio de Koukaki y comimos en otro restaurante delicioso y poco turístico, se llamaba «to Potami (el río)». Por fin nos decidimos a probar la famosa patata rellena griega y estaba muy buena. Acostumbra a ir rellena de tzatziki y queso feta por encima.

Probando la patata griega rellena

Por la tarde quedamos con Eleni para hacer una cata de vinos en su tienda «Wine with Eleni». Ella es amiga de unos amigos de Ari que tienen una enoteca en Bologna. Degustamos un montón de vinos, algunos de variedades de uva endémicas de Grecia como el Avgoustiatis, de la isla de Zakynthos y del Peloponeso, o la Malagousia, originaria del oeste de Grecia pero famosa hoy día en todo el país, sovretodo en la isla de Rodas. El marido de Eleni, Aris, había preparado taralli caseros a parte de otros platos para acompañar los vinos.

Haciendo una cata de vinos con los taralli de Aris

También nos explicaron que Eleni había escrito un libro sobre la historia y la elaboración del vino en el Monte Athos, de hecho el único existente. Es una región donde hay más de veinte monasterios ortodoxos que se autogobiernan de facto en una especie de Estado Monástico Autónomo. Los monjes llevan más de mil años produciendo vino de forma ininterrumpida. El Athos está en la península más oriental de la Calcídica, situada en el mar Egeo al sur de Salónica. Para poder entrar se necesita un permiso especial y solo los hombres pueden acceder. Y os preguntaréis, y entonces cómo lo hizo? Pues gracias a su marido, que es director de cine y que fue allí varias veces y le fue pasando el material fotográfico y explicando su experiencia de primera mano con los monjes. Además, ella hizo una investigación exhaustiva con la ayuda de diferentes manuscritos y textos de donde sacó la información necesaria. El libro es muy interesante y las imágenes también aportan una información muy valiosa. 

Su hijo está grabando también un documental sobre la elaboración del vino en el Monte Atos, pero es un proyecto a largo plazo, debido a la dificultad para recibir los susodichos permisos para poder acceder y grabar.

El libro de Eleni sobre la elaboración de vino en el Monte Athos

 

El caso es que a medida que el vino iba bajando por nuestras gargantas, el ambiente se iba animando y como no podía ser de otra forma acabamos todos bailando. Es habitual, si bien no es originario de Atenas, bailar danzas de la isla de Icaria, cerca de la actual Turquía. Y es que últimamente, las danzas tradicionales de Icaria han cobrado importancia y se han popularizado, sobretodo el Ikariotikos, que se baila en todo tipo de celebraciones en la isla.

Bailando cualquier cosa menos un Ikariotikos

Nos lo pasamos en grande con Eleni y el resto. Después quedamos con Gaetano para ver la puesta de sol desde la colina de Filopapos, que queda al lado y también tiene unas vistas excelentes del Acrópolis. Las colinas de Atenas le dan vida y le confieren una perspectiva a la ciudad que la hacen única. Después fuimos a cenar a un local autogestionado en Koukaki que se llama «to Pagkaki (el banco)», donde a veces también hacen conciertos. Después de un par de birras nos despedimos de Gaetano y volvimos al alojamiento para descansar y preparar la mochila, ya que al día siguiente sería el último en Atenas. Se había hecho demasiado corto como siempre que nos vemos con Ari.

Gaetano y Ari con el Acrópolis de fondo

Al día siguiente nos levantamos y dimos un paseo por el mercado de Atenas para husmear los coloridos puestos de pescado. La mayoría de pescado, como en Salónica, es como el nuestro porque es también del Mediterráneo. 

Puesto de pescado fresco del mercado de Atenas

También las olivas son muy importantes por allí, cosa que me hizo acordarme a los mercados de Sicilia que están repletos.

Puesto de olivas que me transportó a Sicilia

Otras tiendas tenían de todo y más. Daban un poco de ansiedad, pero seguro que si uno busca algo en concreto por allí lo encuentra.

Tienda del mercado para encontrar todo y más

Y mis favoritas fueron las tiendas de instrumentos musicales construidos de forma artesanal. Ésta en concreto se especializaba en buzukis, una evolución moderna del baglamá que se tocaba en la época egipcia y de la pandura que se tocaba en la Antigua Grecia, aunque la forma de ésta última era algo distinta. Es un instrumento muy importante aún hoy día en toda la región de los Balcanes, Anatolia, el Caucaso y Persia. El buzuki pero, volvió a cobrar importancia en la música tradicional griega conocida como rebético durante el siglo XIX y especialmente el XX. Los griegos que tuvieron que huir de Asia Menor debido a la ofensiva otomana a principios del siglo XX llevaron consigo los instrumentos y melodías de oriente medio que influyeron mucho en el desarrollo del rebético actual. Hoy día, algunos de los artistas principales de Grecia tocan una versión más moderna del rebético sin olvidar sus raíces.

Tienda artesanal donde fabricaban buzukis y udes

Después del paseo llegó el difícil momento de despedirse. Fue duro como siempre, pero menos que la vez anterior en Bologna, quizás porque la siento como mi segunda casa. Quizás también porque sabíamos que nos volveríamos a ver en Georgia en unos meses. Los días que compartimos me dieron un montón de energía que necesitaba como agua de mayo, y es que la cabeza siempre puede más que las patas. Yo me dirigí a la estación y cogí el tren de vuelta a Salónica. Pasé por la tienda a buscar la bicicleta y recogí de paso dos cubiertas Schwalbe Marathon Plus Tour de repuesto que había pedido por internet. Tocaría cargarlas el resto del viaje, parece bastante más incómodo de lo que realmente es. En Turquía cuesta un montón encontrarlas, y más al este todavía más. Volví con la bici a casa de Anastasia para prepararlo todo y salir al día siguiente. Ella todavía no haía vuelto de su viaje, pero sus padres me dejaron dormir en su casa, y por ello les estaré siempre agradecido.

La nueva configuración con las dos cubiertas de repuesto

Me fui sobre las 10 y al final no pasé a buscar el disco de freno de repuesto porque todavía no había llegado a la tienda. Quedamos en que me lo enviarían a la oficina de Correos de Kavala, y que ya lo pasaría a buscar. Me ahorraría unos 300 metros de subida en una etapa de casi 90 kilómetros, y lo acabaría agradeciendo. Aún y así, llegué hecho polvo a Asprovalta después de no pedalear durante 10 días seguidos. Los dos lagos a mitad de camino hicieron la ruta algo más amena, pero por otra parte, eso significó no tener nada de sombra durante casi todo el día, cosa que achaqué al final del día. Por suerte, llovió unos minutos hacia el final de la etapa y refrescó, lo cual me permitió llegar a Asprovalta más entero. Hice noche allí y al día siguiente tocaba continuar hasta Kavala. De camino, se podía ver la última de las tres patas de la península Calcídica, al final de la cual se encuentra el monte Athos, del que ya he hablado anteriormente. Algun día me gustaría hacer una ruta por aquellos lares. Pasé por unas cuantas ruinas, siendo el león de Anfípolis la más famosa de todas. En época helenística se podían encontrar en esta región, aunque se acabaron extinguiendo poco tiempo después. De hecho, el león es uno de los símbolos todavía hoy día de la región de Macedonia.

El majestuoso León de Anfípolis a pie de carretera

No sería el único animal que me encontraría por el camino. También me encontré una tortuga, una serpiente, un zorro, un tejón e incluso un chacal. Solo quise fotografiar el único de todos ellos que todavía estaba vivo en el momento de cruzármelo. 

Una osada tortuga cruzando la carretera

Tocaba apretar o me cerrarían la oficina de Correos en los morros, y además al día siguiente era fiesta nacional y estaría cerrado. Hay que reconocer que la costa griega es bonita, pero después de tantos meses por el mediterráneo ya no me sorprendía demasiado. Por suerte, conseguí llegar a Correos justo unos minutos antes de que cerraran para recoger el disco, añadiendo así algunos gramos más a todos los kilos que ya llevaba encima. Kavala es una ciudad bastante bonita en un enclave privilegiado. Al día siguiente salí bastante pronto y cuando dejé la ciudad atrás las vistas del acueducto eran espectaculares.

El acueducto de Kavala desde la distancia

Saliendo de Kavala había unas cuantas subidas bastante empinadas y la guinda del pastel fueron un montón de perros callejeros con ganas de hacerme pasar un mal rato. El cielo tampoco daba muy buena espina, y la lluvia y el viento en contra serían la tónica del día. El problema era que en unos días nos teníamos que encontrar con mis padres en Estambul y no podía esperar a que pasaran los días de lluvia.

Nubes amenazadoras llegando a Xanthi

Llegando a Xanthi después de 50 kilómetros, cansado de la lluvia y el viento, decidí dar la etapa por terminada y cogí un bus a Komotini, donde dormiría aquella noche. Afortunadamente, el bus iba vacío y fue muy fácil poder subir la bici gratis. Poco antes de salir el bus, empezó a diluviar y me sentí la persona más afortunada del mundo.

La bici echando una siesta dentro del maletero del bus

De camino a Komotini cruzamos bastantes pueblos de población turca. Son algunas de las comunidades turcas que quedaron en territorio griego y que no entraron en el intercambio masivo de población que se dio después de la guerra greco-turca. En sí, fue más bien un acuerdo de expulsión mutuo que fue firmado en Lausana el año 1923. Fueron unos 2 millones de personas las que se vieron desplazadas de sus territorios natales. Sin embargo, los turcos y otros musulmanes de la Tracia Occidental, la región donde me encontraba, fueron excluidos de dicho tratado, de ahí que aún vivan en esas zonas. Algunos griegos también se quedaron en Estambul, pero después de ser perseguidos e incluso asesinados, la mayoría acabó volviendo a Grecia el año 1955.

Cuando llegué a Komotini, dejé los trastos y salí a dar un voltio. Paseando por la ciudad me encontré con un mural dedicado a Pavlos Fyssas. Y es que hacía tan solo 10 años que unos militantes del ex partido neonazi Amanecer Dorado asesinaron al rapero mientras miraba un partido de fútbol en un bar de Atenas con su pareja y unos amigos. A raíz de este ataque comenzó una investigación judicial que llevó a la ilegalización del partido y a la condena como organización criminal 7 años más tarde.

Mural en memoria del rapero Pavlos Fyssas

Estaba hecho polvo, y eso que las noches anteriores había dormido en una cama. En Grecia la aplicación Couchsurfing no me funcionó demasiado bien, a excepción de Salónica, y tuve que buscar alojamientos que se salían bastante de mi presupuesto. Arrastraba un resfriado que me acabaría pasando factura. Es por eso que al día siguiente decidí no pedalear y coger el bus hasta Alejandrópolis. Fue un día de descanso y de reflexión. El cambio más grande del viaje estaba por llegar y yo andaba en reserva, en lo que a los niveles de gasolina se refería. Tocaba acumular fuerzas para el día siguiente y así salir con muchas ganas y los ojos muy abiertos para captar toda la información posible. 

Dormí 10 horas y desayuné como un campeón. Aproveché para sacar muchos Euros en efectivo que me acabarían sirviendo en un momento u otro, porque de ahora en adelante solo podría sacar dólares con suerte. Hacia las 11 de la mañana me puse en marcha y el día fue bastante aburrido. Solo algún susto con algún perro que me perseguía conseguía despertarme un poco. Lo que no me imaginaba es que en Turquía echaría de menos a los perros griegos, bastante más pequeños. De camino a la frontera, la autopista iba completamente vacía. No parecía ni de lejos la puerta de entrada a la Unión Europea.

Autopistas desérticas camino a la frontera

Solo se podían avistar cientos de camiones en ambos sentidos de la carretera secundaria, la mayoría de los cuales estaban parados. Y es que pese al elevado comercio por carretera entre ambos países, la burocracia hace que todos los trámites sean eternos. Los camiones turcos tenían montados sus puestos y estaban todos tomando el té. De hecho, me invitaron a beber una taza antes de cruzar la frontera y acepté, el primero de un sinfín de tés turcos. 

Camiones turcos haciendo cola en la frontera

Justo salir de Grecia se puso a diluviar y por suerte me pilló bajo techo. Tocó esperar unos minutos antes de poder cruzar el puente que separa ambos países.

Mi estancia en Grecia marcó un antes y un después en el viaje sin lugar a dudas. Me quedé con ganas de descubrir más de su naturaleza, sobretodo sus montañas, y en particular los monasterios de Meteora. Siempre me quedará un muy buen recuerdo de Grecia y su gente, de su comida y de su música, que es la que más me llegó durante todo el viaje. Querría añadir que el pueblo griego es después del pueblo italiano, sobretodo del sur, el más parecido a nosotros, pese a la distancia geográfica. Y es que al final, somos todos hijos del Mediterráneo. Éste sería un tema persistente durante gran parte del viaje y que quiero tratar en los siguientes artículos con más detalle.

Espero volver pronto por tus tierras.

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